El ser humano se diferencia de los otros seres vivientes de nuestro planeta por no tener una predeterminación de su objetivo de vida. Nosotros, los humanos, podemos escoger como vivir nuestra vida y así definir nuestro destino. Una de las decisiones que nosotros determinamos de una forma casi absoluta es nuestra identidad.
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Decidir cual es nuestra identidad es una necesidad básica del ser humano. Poder responder a la pregunta “¿quien soy?” es casi tan necesario como el afecto o los alimentos.
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Según Erich Fromm, “esta necesidad de un sentimiento de identidad es tan vital que el hombre no podria estar sano si no encontrara algún modo de satisfacerla”. Fromm mantiene que la identidad es una necesidad afectiva (“sentimiento”), cognitiva (“conciencia de sí mismo y del vecino como personas diferentes”) y activa (el ser humano tiene que “tomar decisiones” haciendo uso de su libertad y su voluntad).
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Nuestra identidad cultural distingue nuestro colectivo de los otros, así como la identidad individual distingue nuestra individualidad de las otras.
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Es verdad que sufrimos de las influencias de nuestro entorno y de los círculos donde vivimos y actuamos, pero así y todo todavía tenemos la libertad y la capacidad de determinar si somos judíos, musulmanes o budistas.
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Yo opté por ser judío. Obvio que para mí fue fácil porque nací judío, pero yo decidí vivir a mi judaísmo. Y aquí es el momento de aclarar que para mi el judaísmo es una cultura, la cultura del Pueblo Judío.
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¿Porque cultura? La cultura es el conjunto de rasgos distintivos, espirituales, materiales y afectivos que caracterizan una sociedad o un grupo social. Ella engloba, aparte de las artes y las letras, las formas de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, las creencias, las tradiciones, y todo aquello que no es natural y fue hecho por el ser humano.
“La cultura es algo vivo, compuesta tanto por elementos heredados del pasado como por influencias exteriores adoptadas y novedades inventadas localmente (Verhelst, 1994).
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El judaísmo es la identidad cultural del pueblo judío, y aparece como una modalidad de categorización de la distinción entre “nosotros y ellos”, fundada sobre la diferencia cultural.
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La identidad cultural de un pueblo se define históricamente a través de múltiples aspectos como el lenguaje, que es el instrumento de comunicación entre los miembros de la comunidad, las relaciones sociales, los ritos y las ceremonias, los mitos y las leyendas, los comportamientos colectivos, los sistemas de valores y creencias, las religiones, los marcos de la vida política, las visiones ideológicas, la ciencia y la tecnología.
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La identidad solo es posible si puede manifestarse a partir del patrimonio cultural, que existe de antemano y su existencia es independiente de su reconocimiento o valoración.
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Es la sociedad la que, actuando como agente activo, configura su patrimonio cultural al establecer e identificar aquellos elementos que desea valorar y que asume como propios, y los que, de manera natural, se van convirtiendo en los referentes de esta identidad.
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“La identidad cultural no es un elemento estático, sino que está sujeta a cambios permanentes, que están condicionados a factores externos y por una continua alimentación” (Bakula, 2000). El individuo dentro de la sociedad es el que determina que caracteres de la identidad cultural de su pueblo son trascendentes para el, y cuales no.
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El judaísmo, como todas las demás identidades culturales, engloba dentro de si toda la obra cultural hecha por judíos. Por lo tanto, podemos decir que todo lo que fue creado por el Pueblo Judío es parte del Judaísmo.
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La cultura Judía es tan amplia y rica que podemos encontrar todo en ella. Para ser judío no precisamos identificarnos con todos los conceptos judíos. Los judíos de nuestra generación somos los creadores actuales de este judaísmo renovado y completo, y somos los que permitimos su desarrollo y lo reinterpretamos.
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Ahora que esclarecí lo que Judaísmo significa para mi, seguramente surgirá la pregunta: ¿Como defino yo quien es Judío para mi? Mi respuesta es muy simple: Judío para mi es todo aquel que optó ser parte del Pueblo Judío por identificación. Que los valores, conceptos de la cultura judía y el destino del Pueblo Judío forman parte de su ser.
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El facto de que yo sea judío muestra que escogí aceptar algunos de los componentes culturales, nacionales, biográficos de mi identidad judía, como el idioma, la tradición, la historia del pueblo y otros. Estos componentes son flexibles (como en todas las demás culturas) y totalmente neutros. Están abiertos a todas las interpretaciones posibles.
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La falta de uno de los componentes no me imposibilita pertenecer al Pueblo Judío. Explico: un judío de origen iraquí que no habla hebreo, es igualmente judío que un israelí que si lo habla. Un judío ingles que no escogió vivir en Israel, continua siendo judío. Un judío que no realiza los rituales judíos a diario, también es judío. Ningún judío precisa justificar su judaísmo a los otros, no tiene que explicar a nadie porque no habla hebreo o idish, porque no es “shomer mitzvot”, o porque vive fuera de Israel. Todos siguen siendo judíos si así lo quieren y lo eligen. Es por eso que para mi Judío es quien nació Judío, o adopto el Judaísmo para si mismo. Quien se declara Judío, se identifica con la tradición y la herencia cultural judía, y liga su propio destino al destino del pueblo Judío.
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Después de haber expuesto que significa ser judío para mí, y habiendo explicado que se puede ser judío en cualquier lugar, seguramente se preguntaran porque escogí a Israel como el lugar para realizar mi Judaísmo.
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También sobre este punto mi respuesta es muy simple: solo en Israel el Judaísmo tiene otra dimensión. Solo en Israel existe el aspecto público y político del ser judío. Solo en Israel puedo vivir mi judaísmo sin tener que preguntarme día a día si soy judío o no lo soy. Este tipo de pregunta se torna irrelevante. En el Estado Judío se vive judaísmo en cada situación, cuando el Parlamento discute si vender o no comida no “Kasher le Pesaj” en Pesaj, o si está permitido viajar en “Shabat” y en Yom Kipur, y también si los territorios ocupados, por su trascendencia histórica para algunos y sagrada para otros, pueden ser devueltos a los palestinos como parte de un acuerdo de paz.
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Solo en Israel la cultura judía puede seguir evolucionando y transformándose en una cultura fresca y actual. Solo en Israel existe esa masa crítica judía que permite el intercambio de ideas y la creación y desarrollo de nuevas áreas dentro del judaísmo, como la ciencia, el arte, la tecnología, un sistema democrático, un sistema judicial moderno con uno complementario religioso, una legislación basada en la igualdad frente a la ley y el pluralismo político, instituciones como la Kneset donde se discuten entre otras temáticas y problemáticas judías, la religión para quien quiere ser parte del sector religioso. Todo lo que está escrito arriba es lo que nos permite tener en Israel una dimensión pública y política judía que en ningún otro lugar del mundo es posible.
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Por eso es que yo hice hace treinta y dos años atrás mi elección, que fue optar por Israel como el lugar en el que quiero vivir. Porque es el lugar que me permite crecer no solo como ser humano, sino también como parte de un pueblo vivo, que respira una tradición cultural muy rica, y que encima de todo se enorgullece de su pueblo y de su historia.
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Ruben Ogorek
Sheliaj de Hejalutz Lamerjav
Rosario, Argentina